miércoles, 31 de julio de 2013

Balance. 2. Alcorcón está más sucio

No es que la suciedad inunde Alcorcón, pero en estos 2 años  de legislatura podemos afirmar, que el pueblo está menos limpio que en anteriores legislaturas.  

¿Quiénes podemos afirmarlo?, los paseantes que recorremos Alcorcón y miramos sin gafas partidistas, cualquiera que no se trague las ruedas de molino de las campañas publicitarias y mire los hechos, las realidades, y no la interpretación mediática que quiere sustituirlos, taparlos. –Esta es una constante de la actuación del PP, esconder la realidad mediante campañas mediáticas y sacar pecho exagerando al máximo los resultados acusando de que durante años no se hubiera hecho nada de nada-

Los vecinos ven que sus calles se limpian; pero menos que antes. No me malinterpreten, no digo que el PP sea más guarro que el PSOE, no es mi estilo de enfocar los problemas, pero bajo ningún concepto puedo aceptar que sean más limpios que nadie, porque no lo han demostrado en ninguna parte. Afirmo rotundamente que el pueblo está más sucio ahora que antes. Conviene decirlo, porque las campañas publicitarias quieren convencer de lo contrario, cambiando realidad por sugestión y tienen su impacto en muchas personas que por afinidad política aceptarán lo que digan los suyos, máxime si nadie les dice lo contrario. Les juro que este aspecto lo he comprobado en grupos de personas mayores. Uno podría haber aceptado que con menos recursos dedicados a cuidarlo han conseguido que el pueblo no se deteriore en exceso, pero son tan prepotentes y sectarios, que pretenden que comulguemos con ruedas de molino.

Las papeleras de las aceras, en un alto porcentaje están llenas de bolsas de basuras, botellas, papeles, embases… que se vacían de tarde en tarde, ya que habitualmente se ven rebosantes.

Las zonas infantiles están plagadas de pintadas, sucias y muchos de sus instrumentos deteriorados incluidos los suelos especiales de protección.

Los restos de papeles, paquetitos, botes y bolsas de plástico llenan los bajos de arbustos, jardincillos separadores, calzadas cercanas a bares, o rincones donde los lleva el aire, las patadas y los coches al paso de los días…

Zonas ajardinadas de parques, incluidas zonas de juego infantiles y de máquinas deportivas de adultos, se encuentran semanalmente llenas de botellas y desperdicios de botellones y meriendas grupales.


Las islas de recogida de basuras están habitualmente abarrotadas de trastos, de bolsas de desperdicios, botellas, enseres,… al tiempo que sigue la costumbre de tirar escombros menores, puertas, muebles, armarios, lavabos, etc. de reformas de pisos se ven por islas o calles.

Los recipientes metálicos de recogida en las islas, y sus tapas están francamente asquerosos, pringosos, con una falta evidente de limpieza de muchos días. Antes, yo veía habitualmente limpiarlos a empleados municipales, ahora realizando los mismos recorridos de muy tarde en tarde veo limpiar alguno.

Un apartado merecen los parques o zonas ajardinadas de calles y bulevares, claramente abandonados y perdidos muchos de sus arbustos y plantas. Las plantas secas, los yerbajos, y basuras intermedias campan como hace muchos años no veíamos por Alcorcón. Insisto, que el problema político es que me traten de convencer en contra de la realidad, de que están mejor ahora que antes. Podría aceptar que no quedara mas remedio, pero nunca aceptar que hayan mejorado viendo su deterioro con menos de la mitad de personal cuidándolos. En algunas zonas hay un tercio del personal respecto al existente hace 3 años, y parece que el Ayuntamiento afirma que esos trabajadores eran unos vagos, cuando insiste en decir que ahora la tercera parte de los mismos trabaja mejor que antes la totalidad de los mismos.

Otro apartado especial de la limpieza es la que llaman guerra contra las pintadas. 

Continuará

PD. Las fotos están tomadas en Julio 2013, Avda. Las Retamas y Los Pinos. Cubos del Parque Lisboa.

lunes, 29 de julio de 2013

Balance de media legislatura. Buenos días, Alcorcón

Buenos días Alcorcón. Me reincorporo a esta ventana, al menos durante un tiempo, ya que quizás merezca la pena reflexionar sobre esta mitad de legislatura, contraponer un balance al mostrado por el PP y afines. A pesar de mantenerme algo alejado del público alcorconero, la realidad, en ocasiones, le da a uno un  par de bofetadas que le obligan a gritar, aunque poca gente le escuche. Es una forma de normalizar la circulación, de echar demonios fuera y chillar que no me gusta comulgar con ruedas de molino. -Ni de ninguna otra forma, entiendan lo anterior como licencia literaria-.

Y qué me ha producido este malestar? la chulería e insolencia del PP, que ha realizado su particular balance de media legislatura ampliamente adornado por música y juegos florales, y las posteriores mentiras y simplezas de sus voceros, que leí hace unas semanas y de repente me recordaron aquellas proclamas florales de hace cincuenta años en mis tiempos jóvenes, cuando aquella mísera vida la mostraban como modelo de perfección, pretendiendo tapar el mundo que nos rodeaba. Nada más lejos de la realidad que los balances y opiniones que escucho y leo, que no conducen a explicar lo que ocurre y lo que es peor, están muy alejados de mostrar salidas favorables para el conjunto de la ciudadanía.

Permitan unas pequeñas acotaciones antes de seguir, para situar el entorno en  el que nos movemos: -Pueden encontrarlo desarrollado en mi libro ‘El poder de los mercados. Y los españoles’-

1) Estamos inmersos en un cambio de era comenzada con el siglo XXI y cuyo magma que lo configura es: la globalización, el ascenso de los emergentes y el poder de los mercados financieros. Nuestras vidas y problemas no son ajenas a ninguno de estos grandes fenómenos, por tanto cualquier solución sin contemplar esta realidad, será pura farfolla. No se trata de una etapa del viaje que llevábamos, es otra dimensión muy diferente del mundo y de nuestras vidas.

2) La crisis económica internacional de 2007 fue el parteaguas del cambio de era global, aunque los problemas se manifestaban desde una o dos décadas antes en cada uno de los fenómenos señalados, lógicamente. Los españoles, a pesar de llevar cinco años de crisis, realmente estamos comenzando a transitar por este nuevo camino del cambio de era que no sabemos a dónde nos llevará, pero que tardará bastante en situarnos sobre la vía que tomaremos para los próximos 30 años.

3) En España coinciden varias crisis sistémicas, no de una ciudad en particular o de una comunidad autónoma. Soportamos una crisis económica, una crisis política, y otra institucional, que pueden provocar un cambio de régimen y una larga etapa de turbulencias económicas y políticas, inmersas en crisis similares europeas, -reconfiguración de la UE, y de la eurozona, con la batalla del euro en curso, al tiempo de la redefinición institucional de las relaciones europeas- a su vez dentro del magma de la globalización, los emergentes y el poder de los mercados financieros, en los que por ahora, la Europa conocida de los 15, es una de las partes perdedoras.

4) La crisis española es muy profunda, nada volverá a ser como antes, detonada por la burbuja inmobiliaria y de crédito, que estalla al tiempo que la crisis internacional, influida por ella, pero con características propias, tiene que ver con un modelo productivo que arrastrábamos, obsoleto, que no solamente se refiere al sector construcción, integra el problema de la energía, la falta de I+D+i, nuestra pobreza empresarial, etc. etc. que mostraba sus carencias desde hacía décadas y nadie se atrevió a atajar.

5) La crisis política tiene que ver con: el agotamiento de la sociedad surgida de la Transición, y no solo de las élites y organizaciones, y de los partidos, cerrados, insuficientemente renovados y poco permeables a nuevas ideas y corrientes de representación social. Las élites de poder y los intelectuales tuvieron poca capacidad de iteración, ya que los problemas fueron visibles, hay suficiente literatura sobre ellos, pero las organizaciones –empresariales, políticas, sindicales, cívicas…- no los asimilaron colectivamente y no actuaron en consecuencia. ¿Conocen ustedes proyectos de partidos políticos, desde mediados de los noventa, que explicara la explosión de los emergentes y los cambios inmediatos que había que acometer?

6) La crisis económica y política, está mostrando el agotamiento de un régimen insuficientemente preparado para reorganizar la sociedad, dirigirla, representarla y proyectarla hacia un futuro colectivo asumido por amplias mayorías, respetado, querido, deseado… Al contrario, al calor de los enormes problemas acumulados, las instituciones y el régimen en su conjunto, se resquebrajan, abriendo nuevas vías de problemas ante la falta de proyecto común. La cuestión nacional, problema que se agravará bastante, tiene que ver, -aunque no solo-, con este aspecto de falta de proyecto político ilusionante que los nacionalistas lo encuentran en la independencia.

7) Ningún problema es sencillo, ninguna explicación que lo pretenda, puede ser simplista, -huya usted de la simpleza y del simplismo- al contrario, la complejidad e iteración entre los problemas y soluciones serán la norma. Todo lo externo nos afecta y nada de lo que hagamos dentro del país, o del pueblo, tendrá por sí solo valor para resolverlo, pero al mismo tiempo, sin apoyarnos en las propias fuerzas no encontraremos la salida.

viernes, 26 de julio de 2013

La incultura democrática


La incultura democrática. JOSEP RAMONEDA 26 JUL 2013

El deterioro de las instituciones públicas surgidas de la Transición es tan manifiesto que ya casi nadie lo pone en duda, excepto sus principales beneficiarios: los dirigentes de los grandes partidos, que se niegan a reformarlas. Pero entre las causas hay una que a menudo se olvida: el enorme déficit de cultura democrática que acumula este país. Es actualidad el caso del presidente del Constitucional, Francisco Pérez de los Cobos. Se ha sabido que ocultó deliberadamente un dato relevante para su idoneidad para el cargo que ocupa: su militancia en el PP. Y sigue en su puesto. Mientras un engaño como este no comporte una dimisión automática, no se podrá decir que España es una democracia homologada. Seguir en un puesto al que se ha llegado mediante una omisión consciente de una información importante es incompatible con la cultura democrática. Más si el cargo en cuestión requiere las máximas garantías de autonomía de criterio e independencia política. Solo desde la mentalidad autoritaria de los que creen que su persona está por encima de las leyes y de los cargos que ocupan, se puede eludir la dimisión.

Por eso es grave que el presidente del Gobierno defienda a Pérez de los Cobos. Dice Rajoy que la renovación del Constitucional se hizo en tiempo y forma. En tiempo, es falso: todo el mundo sabe que el PP la estuvo retrasando tres años para conseguir una mayoría favorable. Las formas: ya estaban viciadas por el marchamo político de varios de los elegidos, pero se perdieron definitivamente con la descarada ocultación de la militancia del presidente. Rajoy conocía perfectamente su vinculación al partido.

Al inicio de la Transición, después de 40 años de dictadura, la cultura democrática iba escasa en este país. La resistencia activa siempre fue minoritaria y la clandestinidad no es precisamente una escuela de usos democráticos. Al construir el nuevo régimen pesó más la obsesión por la estabilidad que la preocupación por crear la cultura democrática que no existía. El resultado es un régimen cada vez más cerrado y opaco. Han sido muchas décadas de desactivación del espíritu democrático, como si el papel de los ciudadanos quedase reducido a votar un Gobierno cada cuatro años y a resignarse a que ejerza con toda impunidad. El déficit democrático se ha agravado desde que el PP regresó al poder, con un presidente que rehuye de modo sistemático el debate político, que es la base de la democracia. En el principio está la palabra.

La democracia es deliberación y opinión pública, y el presidente Rajoy evita en lo que puede las comparecencias parlamentarias y los encuentros con la prensa. Ha sido necesario que la oposición amenazara con una moción de censura y que la prensa internacional expresara su estupefacción ante los silencios del presidente, para que este haya claudicado y se haya decidido a cumplir con su elemental responsabilidad: dar explicaciones a la ciudadanía por unos hechos de corrupción en el PP que ocurrieron siendo él responsable principal del partido. ¿Es posible que un presidente no sea consciente de las responsabilidades contraídas? Rajoy casi siempre que ha hablado con la prensa ha sido con mandatarios internacionales al lado. Las ruedas de prensa posteriores a las reuniones de Estado son un hábito establecido que el presidente no ha podido eludir. Nunca encuentra el momento de dar respuesta a las inquietudes de la ciudadanía.

Pero este desprecio por el debate público, este desdén por los ciudadanos, de los que solo se acuerda para decir que le dieron mayoría absoluta, es expresión de una manera de entender el ejercicio del poder: el autoritarismo posdemocrático, que comporta una politización deliberada de todos los poderes del Estado. El uso sistemático del Tribunal Constitucional, durante los años de oposición a Zapatero, como una tercera cámara legislativa, donde ganar lo que el PP perdía en el Parlamento, es un ejemplo de ello.

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martes, 23 de julio de 2013

Contra el sentido común



''Contra el sentido común. JAVIER PÉREZ ROYO 19 JUL 2013
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La Constitución escrita es una. La Constitución vivida es otra, que no puede estar en contradicción con la Constitución literal, pero que va más allá del texto escrito. La Constitución de 2013 es más exigente en términos democráticos de lo que fue la Constitución de 1978. La diferencia está en la práctica constitucional democrática, de la que España había carecido antes del proceso constituyente de 1978 y de la que, afortunadamente, hoy disponemos.

Viene a cuento esta introducción del debate que se ha abierto al haberse tenido noticia de que el presidente del Tribunal Constitucional accedió a la condición de magistrado siendo militante del PP. La reacción inicial en la opinión pública ha sido una mezcla de sorpresa e indignación, ya que nadie podía imaginarse esa coincidencia de militancia partidaria y ejercicio de la jurisdicción constitucional.

La presidencia del Constitucional ha convocado inmediatamente a los magistrados, que han dado publicidad a una nota institucional en la que, con base en una interpretación literal de la Constitución, han informado a la ciudadanía de que no existe incompatibilidad, ya que la Constitución únicamente hace incompatible la condición de magistrado constitucional con la de una “función directiva” de un partido.

Que la Constitución dice eso no es discutible. Más aún: la redacción del inciso en que se establece esa incompatibilidad figura en el primer anteproyecto de Constitución (5 de enero de 1978) y se mantuvo incólume a lo largo de todo el iter constituyente. Hay pocas dudas de que es lo que el constituyente dijo.

Pero esa interpretación literal no es la única posible. Con una interpretación sistemática y con una interpretación teleológica de la Constitución se llega al resultado opuesto. No tiene sentido que la Constitución sea menos exigente en la incompatibilidad de magistrados del Tribunal Constitucional que en la de los miembros del Poder Judicial, cuando a los segundos se les somete al imperio de la ley, mientras que a los primeros se les hace jueces de la misma. Los magistrados constitucionales pueden anular la voluntad del legislador exteriorizada en la ley. Los jueces ordinarios, no. La independencia de los partidos es mucho más necesaria en los magistrados constitucionales que en los jueces ordinarios, pues los primeros controlan la interpretación de la Constitución que hacen los distintos partidos al aprobar la ley, mientras que a los segundos les está prohibida.

Entre la voluntad del partido en la aprobación de la ley y el juez ordinario en el ejercicio de la función jurisdiccional no hay ninguna conexión. Entre la voluntad del partido en la aprobación de la ley y el juez constitucional la conexión es inmediata. Piénsese en el aborto o en los decretos leyes de recortes sociales o en el decreto ley de la Junta de Andalucía sobre desahucios. La más mínima conexión del juez constitucional con un partido afecta de manera esencial a su imparcialidad, que es la razón de ser de su independencia. Pues la independencia no es más que la garantía orgánica del ejercicio imparcial de la función jurisdiccional. Mucho más exigible, por razones obvias, en la jurisdicción constitucional que en la ordinaria.

Tras 35 años de vigencia de la Constitución, esto no lo discute nadie. No hay manera de defender con base en la Constitución de 1978, interpretada en su integridad, la compatibilidad de la militancia partidaria con el ejercicio de la jurisdicción constitucional. Un inciso de un artículo no puede vaciar de contenido la Constitución.

No se puede justificar de ninguna manera la conducta del presidente del Constitucional. Y menos tras haber ocultado información al Senado y haber viciado con ello el proceso de formación de la voluntad del órgano que lo designó. En 1978-80 tal vez hubiera podido darse por bueno el resultado de esta interpretación literal. En 2013, de ninguna de las maneras.''

lunes, 22 de julio de 2013

Por una dimisión catártica

''Por una dimisión catártica. Fernando Vallespín. El País. 18-07-13

Llevamos meses diciendo que se ha acabado el modelo político de la Transición, que estamos al final de un ciclo. Es posible que el desencadenante último fuera la crisis económica. Un país encantado de haberse conocido tomó conciencia de golpe de haber vivido en una ilusión. Lo que de verdad ha colocado al sistema al borde de la bancarrota no es, sin embargo, de carácter económico o social; es político. Desde el mismo momento en que dejamos de ser ciudadanos distraídos y se hizo la luz en la esfera pública, el espectáculo resultó insoportable. “La luz de lo público lo oscureció todo”, que diría Heidegger. Y no ya por un problema de esta o aquella disfuncionalidad institucional. Lo que nos lo presenta como insufrible es la degeneración de la moral pública, la corrupción que todo lo invade. Ahora ya ha sido desenmascarado, lo vemos en su total desnudez, y no caben apaños para tapar sus partes pudendas. Ha llegado el momento de coger el bisturí, del gesto radical, de la decisión ejemplarizante. Esta no puede ser otra que la dimisión del presidente del Gobierno. No ya solo por su responsabilidad política en el caso Bárcenas; también por la salvaguarda de todo el sistema. Necesitamos ese primer gran acto simbólico de regeneración ético política, proceder a un nuevo comienzo.

Lo verdaderamente estremecedor de nuestros casos de corrupción es que quienes de ellos participaban lo hacían con total “naturalidad”. Encajan perfectamente en eso que H. Arendt llamaba la “banalidad del mal”. Como vemos en el caso Bárcenas, nadie parecía tener conciencia de que aquellos actos eran corruptos. Solo importaba el fin, que el partido dispusiera de los recursos necesarios; los medios pasaron a ser irrelevantes. Aunque ello supusiera la quiebra de algunos de los principios más sagrados de la democracia, como el intercambio de favores entre intereses económicos y necesidades partidistas. Seguramente nadie pensaba que hacía algo inmoral al meterse los sobresueldos en el bolsillo. No había una moral ahí fuera de la que hubiera que dar cuenta, importaba la que había establecido el propio partido. De ahí que ese en apariencia recto funcionario de la organización, que anotaba con pulcritud los desmanes, no entendiera que ya no rigieran las reglas internas cuando fue descubierto con la parte del botín que él personalmente consiguió acumular, su “prima de riesgo”; o los fondos del partido, aún no lo sabemos.
El intercambio de SMS entre Rajoy y Bárcenas no tenía el aire mafioso de los de la Gürtel, con ese aroma a Torrente. Pero sí el de los que se saben partícipes de las reglas de una moral privada. Hasta las bandas de malhechores tienen sus criterios de justicia, que diría Agustín de Hipona. No se le podía dejar caer, se le ofrecía “comprensión” y se le pedía “paciencia”. El “sol revelador”, como en el cuento de los hermanos Grimm, la salida a la luz del asunto, ya lo hizo imposible. Ahora, este funcionario del partido se ha buscado otros cómplices, y Rajoy es víctima de otra conspiración; Bárcenas ya no es de los “suyos”. Junto a los trámites judiciales del Estado de derecho, con su pausada implacabilidad, Rajoy ha caído en manos de quienes tienen su propia estrategia, que él ya no puede controlar. Y aunque estos nuevos actores aparenten instrumentalizarla en nombre de la verdad, sabe bien que los intereses que les mueven son otros, son otro grupo con sus propios fines en este asunto. ¡Menudo lío, señor presidente, está rodeado!
Un lío, sí, pero que nosotros los ciudadanos no tenemos por qué soportar. Ni el grueso de los honestos cargos y militantes de su partido. Su problema, desde el momento mismo en que es el presidente del Gobierno, es también nuestro problema. Está en juego la credibilidad de todo el sistema político. Despréndase de él. Por el hecho de estar en la cima del poder político tiene que estar libre de toda sospecha, se lo exigen los criterios de la moral pública, la única a la que debe atender. Puede tener además un efecto catártico, convulsionaría al resto de los partidos que guardan sus propios cadáveres en el armario. Y no se preocupe por la gobernabilidad. No hay mejor combustible para lograr la estabilidad política que recuperar la confianza de los ciudadanos. Va a costar, pero sin ella no hay gobernabilidad que valga. No se le pide un gesto heroico. Se le exige que cierre una herida que supura en nuestro cuerpo político desde hace demasiado tiempo. Debe hacerlo por responsabilidad, por la viabilidad de su propio partido y, aún más, por patriotismo.''

domingo, 14 de julio de 2013

miércoles, 3 de julio de 2013

La ley de las Costas sin ley

Costas. ELVIRA LINDO 17 ABR 2013

Cunde por ahí ese pensamiento consolador de que las crisis nos reinventan, toda esa palabrería con que los libros de autoayuda tratan de convencer a sus incautos lectores de que tras el sufrimiento surge un nuevo ser humano dignificado por la experiencia. Pero si cada individuo es prisionero de las tendencias de su carácter qué podemos esperar de los vicios adquiridos por una colectividad. Hay asuntos que a consecuencia de la crisis despertarán en España aún menos interés del que ya provocaban, como la solidaridad internacional o la pérdida progresiva por abandono o derribo del patrimonio histórico; hay aspectos que, ante la urgencia de solventar lo primario, se consideran secundarios, como la cultura, por ejemplo. Y todo esto, aparcado por lo aquello que se considera urgente, nos convertirá, queramos o no, en el mismo país que fuimos. Por muchos golpes de pecho que nos demos en el futuro.

Ahora vivimos en el futuro de lo que fue la barbarie urbanística que provocó una ilusión de riqueza. Al hilo de esta sensación de fin de época, a diario la prensa hace inventario de lo que se construyó y se destruyó inútilmente. Todas esas reflexiones nos hacen creer a veces que algo estamos aprendiendo, pero sucede que, mientras analizamos con estupor los que nos hicieron o lo que nos dejamos hacer, la estrategia de los que nos gobiernan sigue siendo la misma. En estos días está a punto de aprobarse una serie de modificaciones en la Ley de Costas que van a facilitar la destrucción del litoral que de milagro se había librado del cemento. Y no es lo que nos provoca más interés, como no lo fue entonces, cuando se destruía a diario la riqueza de nuestro patrimonio natural. El medio ambiente sigue siendo secundario, aunque vulnerarlo provoque el pan para hoy hambre para mañana que se ha convertido en nuestro verdadero modelo económico.