viernes, 16 de mayo de 2014

Un gran cambio se produjo, a peor. El agotamiento...

Un gran cambio se produjo estos años pasados, el agotamiento del PSOE, su capacidad para encuadrar, para despertar gentes y sumarlas a un proyecto común se agotó. Desde mediados de la década de los noventa, se desconectan de amplios estratos sociales, incluídos sus propios militantes tradicionales, desconectan de realidades que aparecen, adaptación a problemas nuevos como la globalización y nuevo papel de los mercados financieros, etc. etc. y sobre todo se va transformando el modelo de partido de la transición que funcionara durante los setenta y ochenta como organización más participativa para sus militantes que la actual, a pesar de las enormes dificultades de entonces, aquel tipo de partido permitió cosechar éxitos para toda la población. 

En aquellos tiempos durísimos, de crisis económica y reconversión industrial, de constantes luchas en todos los frentes posibles, las aportaciones diferentes de gentes muy dispares fueron consideradas imprescindibles por los organizadores socialistas que necesitaban de ese impulso, eran bien recibidas las gentes procedentes de todos los rincones de los movimientos sociales y partidos izquierdistas que aportaban activistas con ganas y experiencia en el trabajo y la relación social, lo cual, sin duda, podía generar algunos desajustes por diferencias internas con otros militantes socialistas, pero el resultado final fue satisfactorio para todos. ¿Por qué ahora no encuadran a miles de activistas que se movilizan en las mareas sociales? Fallan los militantes socialistas, falla la dirección y órganos intermedios, diputados y concejales… el partido está agotado, ¿será capaz de recuperar su impulso transformador o habrá terminado su ciclo? -A continuación un ejemplo de aquello-


Enrique Curiel. Aquellos tipos de entonces (6 y 7 marzo 2011)

  

No descubro nada nuevo recordando que los españoles solo hablamos bien de nuestra gente cuando están muertos, incluso los enemigos, los contrarios, los adversarios, inclusive ‘los nuestros’. A este hombre muerto prematuramente, era de mi generación, Enrique Curiel, no le conocí personalmente, pero su imagen transmitía tranquilidad, educación, seriedad, y eso en un alto cargo comunista chocaba a todas luces a miles de ciudadanos. La sensación de pérdida de potencialidades en nuestro país, la sensación de derroche de mentes preparadas, surge a menudo y se agranda con sucesos de este tipo y este estilo de individuos. La acusación de trituradora y despilfarradora dirigida al PSOE aparece probablemente con razón. O no. O es diferente en momentos históricos distintos. O incluso es lo habitual en todos los partidos. En honor a Curiel y aquellos tipos de entonces matizaré algunas cuestiones.

Entró al PCE en tiempos de la dictadura, participando en la preparación y lucha por derribar aquellas cadenas y contribuyendo a crear la sociedad que debería salir de aquellos tiempos, posteriormente llamados Transición, igual que unos miles de individuos. En el PCE llegó a la alta dirección, es lógico pensar que era un tipo duro, firme y correoso, con ideas y capacidad de trabajo, capaz de sumar apoyos a sus ideas que le permitirían colocarse en tiempos tan difíciles en esos puestos de dirección tan perseguidos por la poli, desde los cuales ejercer el liderazgo y evitar depuraciones, así que al margen de tener buenas formas, debería tener capacidades. Nadie blandengue llega a la dirección de partido alguno, y menos en una sociedad tan cainita como la española.

Una de las primeras cuestiones que surge es como un tipo así entró al PCE, y por qué luego se fue al PSOE, la respuesta no es complicada. En la postguerra y dictadura, durante décadas, la estructura mejor preparada para anclar a gente dispuesta a luchar contra la dictadura fue el Partido. Uno quiere participar en destruir aquella vil, injusta y cruel sociedad y se da de narices con la realidad de que necesita agrupar sus esfuerzos con los de otros dispuestos a luchar. No quiere esto decir que solo existiera esa estructura, pero parece que era la de mayor empuje, organización y preparación. A su lado podían coexistir con menor capacidad grupos socialistas y anarquistas.

Hasta finales de los sesenta, cuando se incorporan con los empujes del 68, nuevas hornadas de juventudes militantes, estudiantes y obreros, con mayor diversidad de potenciales encuadramientos que en España se traduce fundamentalmente en grupos de extrema izquierda, a la izquierda del PCE, que en cualquier caso nunca llegaron a tener su potencial. Lo que me interesa resaltar es que la escuela de lucha, de estudio y relaciones de cada persona, tiene mucho que ver con los individuos que tuviera cerca en la universidad y/o el trabajo en aquellos momentos. Naturalmente que podía elegirse, mejor en los setenta que en los sesenta, pero los condicionantes de proximidad humana eran altamente influyentes en la adscripción de cada uno.

Un individuo se hacía trosko porque sus amiguetes lo eran, prochino porque un compañero en quien confiaba y le caía muy bien lo era, etc. A partir de aquí, una vez dentro del grupo, la identificación grupal funcionaba a tope, las relaciones humanas, las discusiones, las acciones, toda la actividad intentaba diferenciarse del resto de fuerzas y ello conducía a reafirmarse en la elección. Hasta que llegaban otros momentos en los que el desarrollo interno de cada cual iterando con las modificaciones del entorno, del propio grupo, y/o de la sociedad, empujaban en otra dirección. Durante la Transición la velocidad a la que corrían los acontecimientos era tremenda, la aceleración personal y social hacía estragos en las posturas individuales y colectivas, (manifestado no solo en comportamientos militantes, sino también en otros comportamientos sociales e individuales, de relación, de gustos, de preferencias …) La aceleración histórica y mayor conocimiento del exterior influyeron en el abandono de ideas revolucionarias, y en que nuevas estructuras colectivas de encuadramiento político se extendieran en plenitud, como el PSOE.

En ese tiempo es completamente normal el transvase de militantes de unas a otras agrupaciones, que se produce en mayor medida hacia el destino del socialismo. Y poquísimas veces al revés, hacia el comunismo. La estructura asociativa PSOE se adapta a esta realidad y demuestra un trabajo extraordinario de sus cuadros de organización que consiguen adecuar lo interno con la capacidad de influir en la sociedad en los deseos de cambio de millones de españoles. Ningún otro partido supo adecuar organización y política como los socialistas y ello incluyó sin duda la aceptación y utilización de las capacidades de militantes de su izquierda. Si al PSOE no le hubiera interesado la gente de izquierdas no tendría sentido haberla acogido, hubiera sido sencillo rechazarlos, al fin y al cabo, en sus grupúsculos molestaban muy poco electoralmente, no quitaban votos a los socialistas.

Por muchas razones el PSOE se configuró a finales de los setenta como la única opción susceptible de alcanzar el poder político mediante las urnas, una de cuyas explicaciones con mayor fundamento se encuentra en la voluntad ampliamente mostrada por la ciudadanía, que apoyaba, prefería, deseaba, medidas transformadoras de la sociedad sin que éstas fueran revolucionarias. La base social sobre la que debía actuar y los deseos de la sociedad en general, empujaban en la dirección democrática, recuperar tiempo y libertades de la etapa republicana, incluidas las nacionales (la memoria histórica tuvo importante papel) y la lucha por satisfacer necesidades básicas de libertad, justicia, legalidad. Y por supuesto mejora de las condiciones materiales de vida.

A este marco político, que se le puede poner el calificativo de socialdemócrata, para conseguirlo, para intentar satisfacer esas necesidades era obligatorio dotarse de la maquinaria de partido necesaria, urgentemente. El Partido Socialista entonces, se fue construyendo con varios grupos y retales e individuos, pero evidentemente hubo una intención de crear un gran marco socialdemócrata, más democrático y abierto tradicionalmente que el comunista, menos contaminado históricamente por purgas y excesos ideológicos, un partido en el que tuvieran cabida miles de personas de distintas procedencias, imprescindibles para lograr dirigir una sociedad que necesitaba unos cuantos miles de cuadros dirigentes; ministros, subsecretarios, directores generales, mandos policiales, militares, alcaldes, concejales, dirigentes empresariales y universitarios, senadores, congresistas, cargos de partido, sindicales, y un sinfín de cargos intermedios de la administración y las empresas públicas.

A la necesidad del PSOE, se une el que para miles de militantes de todas las opciones políticas aparece la posibilidad de transformar la realidad, por lo que se desencadena una masiva incorporación de individuos de izquierdas, preparados políticamente, que se dirigen hacia el PSOE el cual tiene necesidad imperiosa de cuadros para cubrir múltiples necesidades y niveles de compromiso. Así desde los finales de los setenta se produce el trasvase de cuadros políticos de la extrema izquierda, de organizaciones ciudadanas y universitarias, y por supuesto procedentes del PCE, en primera, segunda o tercera instancia, ante cada escisión o posteriormente cada renovación o refundación de IU.

La mayoría de esos militantes serán personas que tienen capacidades e intencionalidad de cumplir sueños de transformar la sociedad para hacerla más libre y justa que creen que será posible desde el poder político, y no desde las esquinas de la sociedad. Y ello implica apostar por juntarse y unir esfuerzos y parece que la sigla triunfante para ello será el PSOE, único capaz de lograrlo. Un matiz a considerar aquí, el Partido Socialista de esa etapa hasta la derrota de González, no está compuesto por los viejos socialistas que mandan y desplazados en los rincones los añadidos izquierdistas, no es así, la militancia del reconstruido partido lo será con los socialistas antiguos de todas las corrientes, los nuevos procedentes de su casa y además con la valiosa incorporación de los miles de cuadros izquierdistas en todos los niveles, lo cual le dotó de una gran fuerza y capacidad de influencia en la sociedad que es lo que consolidó sus triunfos.
Que de las incorporaciones a un partido ganador exista un porcentaje de gente que vaya a medrar y ocupar poltronas, no cabe duda, ocurre en todas partes, en todas las empresas y partidos, pero no creo que estos apéndices negativos puedan verse como la representación generalizada de los dirigentes socialistas de finales de los ochenta y comienzos de los noventa.

Es evidente que muchos luchadores por la democracia, o militantes revolucionarios, extrema izquierdosos, quedaron fuera de esta nueva realidad. Poco después de los primeros triunfos socialistas varios miles sumaron sueños perdidos en aquello que se llamó desencanto, o frustración. Que nunca fue tan extenso como se llegó a escribir, ya que se confundieron estos síntomas con la otra realidad masiva que modificó la vida a millones de españoles que sintieron cumplidos sus sueños por primera vez en su historia y por tanto, dejaron de combatir. Habían logrado sus objetivos, amplias libertades ciudadanas, nacionales, feministas, participativas… y agua caliente y fría, colegios y universidades para hijas e hijos, atención sanitaria, pensiones, centros sociales y cívicos, viajes del Imserso, hospitales, etc. etc. Esta realidad que transformó España, o mejor dicho, a millones de españoles, no ha sido aceptada por muchos individuos que siguen contemplando como hipótesis de trabajo para el resto de análisis que lo logrado fue una derrota, o una sucesión de cesiones, o etc.

No, de ninguna manera creo que políticamente pueda hablarse de que aquellos tipos sufrieran una derrota política, la socialdemocracia demostró teórica y políticamente su capacidad para liderar y mejorar la situación de millones de españoles durante las décadas de los ochenta y noventa. En esta extraordinaria victoria participaron los Curiel y compañía, aquellos tipos de entonces.


PD. Las victorias no duran para siempre, ni siquiera el franquismo que la consiguió a sangre y fuego. 

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