domingo, 13 de febrero de 2011

Comunicar mejor, mayor participación y mejor democracia.

La izquierda pierde la batalla de la comunicación, 2

En España la sociedad, los partidos, son extremadamente personalistas, aumentando últimamente este aspecto tan dañino para la política. Es un reflejo del franquismo que cortó en seco la incipiente figura del ciudadano nacida a finales del XIX que confluyó en la República y que posteriormente, la dictadura, durante largos años impuso socialmente despreocuparse de los asuntos colectivos y nos ha convertido en una sociedad adoradora del individualismo, que un solo individuo decida sobre nuestras vidas. El franquismo, encontró suficientemente abonado el terreno por la sufrida historia del pueblo español sometido demasiados años a tiranos y dictadores, reyes y generales, con el papel determinante de la Iglesia en esta ‘experiencia’ de alejar e impedir participar al pueblo en la cosa pública.

El pasado no justifica la situación actual, pero sirve para explicar lo duro que resulta modificar comportamientos tan profundamente arraigados. Y no lo justifica, entre otras razones porque la generación de antifranquistas, (los militantes de la Transición) demostró ser más participativa que la actual, incorporando a toda persona que quisiera moverse. Difícilmente puede entenderse que hace 30 años todas las decisiones fueran tomadas solo por un individuo, fuera presidente secretario general o alcalde.

Si la Transición salió adelante con una resultante relativamente correcta para todos, lo fue no porque el rey participara en no se sabe qué, o Suarez o Carrillo o Felipe…que sí lo hicieron, pero salió bien esencialmente, porque hubo decenas de miles de protagonistas, no todos al mismo nivel, unos más que otros desde luego, pero fueron y se sintieron protagonistas de las transformaciones sociales, de los cambios de costumbres, modificación de las leyes, de la mayor libertad e igualdad, de la mayor justicia, de las escuelas y hospitales que se construyeron, de las carreteras y de la sociedad en que vivimos estos 30 últimos años.

La política es fundamentalmente una actividad pública, por tanto todo lo que camine por entornos de colectividad preserva y difunde su espíritu mejor que lo conducido por caminos de individualidad. La política es una actividad humana que trata de organizar la vida social, pretende dotar a colectivos humanos de normas y reglas de convivencia para organizar su desarrollo y sostenimiento entre individuos diferentes, por tanto una mayor participación redundará en mejores resultados.

La política se pervierte cuando deriva y profundiza lo individual sobre lo colectivo. Si camina por territorios de individualidad, la ciudadanía se irá apartando de ella, quedando convertida la sociedad en manojos de individuos aislados que serán más fácilmente dominados. Algo de esto hay en la ideología neoliberal. Y algo de esto está ocurriendo en el funcionamiento de grupos en la izquierda.

Los ciudadanos no necesitamos individuos que estén por encima, en todo caso al lado, queremos gente que dentro de las organizaciones sociales, trabajen para el desarrollo de la cosa pública y que permitan, potencien y desde luego no impidan mecanismos de intervención colectiva. Los ciudadanos necesitamos poder intervenir en las actividades públicas y poder decidir, tomar parte en las decisiones de los partidos y sindicatos, de los Ayuntamientos y CCAA. Y la intervención ciudadana no tiene que enmarcarse necesariamente en el estrecho esquema de militancia actual.

Los niveles de participación deben ser mayores, amplios y flexibles, los núcleos de aportación de trabajo e ideas, de esfuerzos… pueden ser distantes y deben ser diferentes entre sí, las redes de internet permiten hoy un desarrollo de comunicación (de relación) infinitamente mayor que en épocas pasadas y sin embargo hace 40 años la existencia de niveles de compromiso en torno a los partidos de izquierda era variada y estaba más desarrollada que ahora.

La existencia de la crisis económica española, la fraguada aquí en España, en los últimos 20 años en nuestra sociedad, muestra un gran fracaso social, uno de cuyos aspectos relevantes fue la poca permeabilidad de los grupos políticos, gobiernos y partidos, sindicatos y patronales, que hicieron oídos sordos al resto de sociedad civil, a tantos intelectuales que informaban de lo que estaba ocurriendo y avisaban de las repercusiones. Quizás hubiéramos podido evitarla o reducir su gravedad, o ahora impedir que se reproduzca en el futuro de forma similar.

Muchas fuerzas se gastan en discusiones ideológicas, de mayor o menor correspondencia con teorías abstractas, pero en los aspectos organizativos y de participación es donde nos jugamos casi todo. Si no podemos participar, la política se va a la mierda. La discusión de si serán mejores o peores tales acciones o teorías, servirán de poco, si después un individuo en un momento dado, puede tomar la dirección de una organización y modificar su rumbo colectivo sin contar con la opinión mayoritaria de la misma.

A nadie le sorprende la cantidad de afiliados y/o militantes del PP, muy superior a la de los partidos de izquierda, a pesar de que todas las encuestas siempre dieron mayorías de población que se identifican mayoritariamente con perfiles de izquierda, lo cual parece indicar que han resuelto de mejor forma los vínculos partido/masas, dotándose de mejores niveles de acercamiento a los individuos. Desde luego causa estupor ver tantos militantes progresistas desplazados de sus grupos de origen por tantas purgas o luchas internas.

Produce inmensa pena ver a tantas personas desperdiciadas con tantas capacidades susceptibles de ser aportadas a la colectividad, reducidas o inutilizadas para el bien común por la inexistencia de voluntad y cauces adecuados desarrollados por los partidos actuales. Nuestra capacidad de despilfarro es tremenda, nos creemos tan sobrados de todo que prescindimos alegremente de nuestros recursos (sean humanos o materiales) y así crecen cada día las listas de personas con sobradas capacidades apartadas totalmente de la política progresista, lo cual es perceptible por la ciudadanía que se aparta de la clase política.

Algo falla en nuestra forma de hacer, en nuestra filosofía, por lo que parece el momento de dar un golpe de timón en las organizaciones progresistas para volver a la filosofía que nunca debieron abandonar de tratar de movilizar a la ciudadanía, de implicar al mayor número de personas posible en la cosa pública y para lograrlo es imprescindible abrir puertas y ventanas y sumar y sumar, en todas las múltiples tareas posibles, tratar de incorporar a cada cual en el nivel que desee dentro de una tarea colectiva.

OTROS ESCRITOS CON REFERENCIAS AL MISMO TEMA:

Funcionamiento interno y cuestión organizativa. 6 de septiembre de 2010

Izquierda. Debates

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